sábado, 26 de septiembre de 2015

Agartha y el mito del rey del mundo. ¿Realidad espiritual o material?


Agartha y el mito del rey del mundo. ¿Realidad espiritual o material?

Continuando con las ciudades místicas, haremos referencia a una de las más misteriosas y que aun el hombre desea descubrir, Agartha es una de ellas, ya que su existencia se encuentra respaldada por indicios muy sólidos, que han incentivado su búsqueda, incluida una expedición al polo norte, organizada para el año 2007 (Expediton to the Inner Earth), que se frustró por haber muerto su organizador principal, quien había reclutado profesionales de todo el mundo para llevar a cabo semejante empresa, basa en la famosa teoría de la tierra hueca.


La leyenda de Agartha tiene sus raíces en oriente, donde en distintas religiones como la Brahamánica en el libro “El rey del Mundo“, el francés René Guénon explica que en las culturas antiguas los relatos de una tierra santa son comunes y coincidentes, dándole distintas ubicaciones, englobando casi a todas las ciudades místicas conocidas, como Shambala, Avalón, Ogigia, Thule, el Olimpo, etc.

         Sería un reino comunicado por rutas subterránea que se extenderían por todo el mundo, y por ello su rey es llamado “El Rey del mundo”, sobre el que hemos hablado en las profecías de Shambala, siendo esta ciudad la Capital de Agartha según algunos escritores esotéricos de distintas culturas.

Se la relaciona directamente con la teoría de la vida intraterrena, tan popular en ovnilogia, donde se establece el posible origen de los OVNIS, el mundo intraterreno y no extraterreno.

Este reino estaría conformados por continentes, siendo su corazón o ciudad central Shambala, de la cual dependerían subreinos con medio millón de habitantes en cada uno, los más destacados Telos y Posid, siendo esta ultima la relación con la Atlántida y Lemuria.

Antiguas tradiciones religiosas asiáticas (budistas tibetanas, enseñanzas hindúes, chamanes de Mongolia) desde tiempos remotos dan por cierta la existencia de un reino inmortal “invisible” donde se escondería un reducido colectivo de personas, excepcionalmente sabias y poderosas, procedentes de los continentes hundidos del Atlántico y del Pacífico. En Oriente este mundo idílico oculto es conocido como Agartha o Sambalah y en América del Sur como la ciudad del Disco Solar. Muchos sitúan este reino en valles perdidos de las cordilleras al norte del Himalaya, y otros en cavernas inaccesibles de los desiertos próximos al Gobi. Este pueblo subterráneo estaría regido por los designios de un misterioso personaje : el Rey del Mundo.

Investigadores de culturas religiosas como Andrew Tomas han estudiado a fondo este mito universal aceptando como real su existencia. Otros estudiosos, como René Guénon, han visto en la figura del soberano de este mundo intraterrestre -a caballo entre lo divino y lo humano- un principio, una dignidad y un estado espiritual: “Es la inteligencia cósmica que refleja la luz espiritual pura” (R. Guénon, El rey del mundo). Para otros, este tipo de mito entronca con todas las historias “fabulosas” que circulaban por occidente a propósito del reino del Preste Juan -misterioso soberano de quien según Marco Polo hablaban todos en el gran imperio y recibía tributos de la mayor parte de los gobernantes asiáticos-. Al parecer, en los archivos del Vaticano se encontraría parte de la correspondencia que mantuvo el mítico rey-sacerdote de Oriente con algunos monarcas y prelados de la Iglesia.

Es posible que todas estas narraciones que hemos rescatado del pasado funcionaran como un factor sugerente para sacar a las personas de Europa. Las salidas del continente ya habían sido promovidas por el papado en las cruzadas, y el Preste Juan (o el Rey del Mundo) sería la “idea” que movilizaría a los hombres. Representaba la figura de un rey con un enorme imperio, situado tras las líneas musulmanas en el que abundarían enormes riquezas.Para Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de la Sociedad Teosófica, este reino no es ninguna utopía. H. Blavatsky declararía en más de una ocasión estar en contacto con los Mahatmas (misteriosos personajes del Asia Central que detentaban poderes sobrenaturales) que le transmitían a menudo mensajes de fraternidad y misteriosas profecías destinadas a aviso y cuidado de un mundo en eminente peligro de autodestrucción. Según ella, Moisés, Platón, San Pablo… habrían sido teósofos iniciados por miembros de este Gobierno oculto. No fue hasta 1933 cuando James Hilton popularizó en Occidente la leyenda de Sambalah en su novela Horizontes perdidos, donde narra como una comunidad de grandes sabios, llamados Rishis o Mahatmas (grandes almas) viven en un paraíso de ciencia mística, oculto en algún lugar al norte del Tíbet, entre los macizos de Altin-Tag y Kum-Lum, Altai en Mongolia, Tsaidan y China. Habitantes de estas regiones atestiguaron la presencia de seres luminosos vestidos con simples túnicas blancas en medio del duro invierno tibetano.
 El marqués Alejandro Saint-Yves d´Alvèdre mantuvo haber sido visitado en 1885 por dos misteriosos personajes, enviados por el gobierno universal oculto de la presente humanidad, los cuales le revelaron la existencia de Agharta y su organización espiritual y política. Con estas revelaciones, Saint-Yves escribió un libro de 200 páginas que mandó editar; pero apenas había salido la obra de la imprenta, el marqués ordenó su destrucción, ya que al parecer “contenía terribles secretos”. Un solo ejemplar se escapó a la destrucción del que se haría una reedición fotomecánica, y que según cuentan, los nazis, durante la ocupación alemana, acabarían por destruir.

AGHARTA - El Mundo Subterráneo
 

 por RAYMOND BERNARD

La palabra Agharta es de origen budista. Se refiere al Mundo o Imperio Subterráneo, en cuya existencia creen todos los budistas verdaderos. Ellos también creen que este Mundo Subterráneo tiene millones de habitantes y muchas ciudades, todas bajo el dominio supremo de la capital del mundo subterráneo, Shamballah. Allí vive el Gobernador Supremo del Imperio, conocido en el oriente como el Rey del Mundo. Se cree que él dio las órdenes al Dalai Lama del Tíbet, que fue su representante terrestre. Transmitió su mensaje por medio de determinados túneles secretos que conectaban el mundo subterráneo con el Tíbet. Hay agujeros semejantes en Brasil. Brasil, en el oeste, y Tíbet, en el este, parecen ser las dos partes del mundo donde se accede con mayor facilidad al contacto entre el Mundo Subterráneo y el mundo de la superficie, debido a la existencia de estos túneles.

El famoso artista, filósofo y explorador ruso, Nicholas Roerich, quien viajó mucho en el Lejano Oriente, sostenía que Lhasa, la capital del Tíbet, estaba conectada por un túnel con la ciudad de Shamballah, capital del imperio subterráneo de Agharta. La entrada al túnel estaba vigilada por lamas, que el Dalai Lama había hecho jurar que mantendrían en secreto su paradero ante los extraños. Se creía que había un túnel similar que conectaba las habitaciones secretas en la base de la pirámide de Gizeh con el Mundo Subterráneo, por el cual los faraones establecían contacto con los dioses o "superhombres" del mundo subterráneo.

Las diferentes estatuas gigantes de los primeros dioses y reyes egipcios, como las de Buda, hallados en todo Oriente, representan los "superhombres" subterráneos que vinieron a la superficie para ayudar a la raza humana. Por lo general no tienen sexo. Eran emisarios de Agharta, el paraíso subterráneo al que todos los budistas desean llegar.
La tradición budista dice que la primera colonización de Agharta se produjo hace miles de años, cuando un hombre santo condujo bajo la tierra a una tribu que desapareció. Se supone que los gitanos provienen de Agharta, lo cual explica su deseo de moverse por la superficie de la tierra y sus permanentes traslados para recuperar el hogar perdido. Esto nos recuerda a Noé —que en realidad era de la Atlántida— que salvó un grupo merecedor antes del diluvio que sumergió a la Atlántida. Se cree que él llevó a su grupo a la alta planicie de Brasil, donde se establecieron en ciudades subterráneas, conectadas con la superficie por medio de túneles, para poder escapar del envenenamiento de los residuos radioactivos, producto de la guerra nuclear que pelearon los atlantes, la cual originó el diluvio que sumergió su continente.

Se supone que la civilización subterránea de Agharta representa la continuación de la civilización de la Atlántida que, al haber aprendido la lección de la inutilidad de la guerra, ha permanecido en paz desde entonces. Así, hicieron progresos científicos estupendos, sin las interrupciones y los inconvenientes de las guerras que sufre nuestra civilización. Aquella civilización tiene miles de años (la Atlántida se hundió hace 11.500 años), mientras que la nuestra es muy joven, sólo tiene unos siglos.

Los científicos subterráneos pueden manejar fuerzas de las que nosotros no sabemos nada, como demuestran sus platillos voladores, operados por una fuente de energía nueva y desconocida, más sutil que la energía atómica. Ossendowski sostiene que el Imperio de Agharta consiste en una red de ciudades subterráneas, conectadas entre sí por túneles, por los que pasan vehículos a tremendas velocidades, tanto debajo de la tierra como del océano.

Estos pueblos viven bajo el reinado benigno de un gobierno mundial, encabezado por el Rey del Mundo. Representan a los descendientes del continente perdido de Lemuria y la Atlántida, además de la raza original perfecta de los Hiperboreanos, la raza de los dioses. Durante varias épocas de la historia, los "superhombres" o dioses de Agharta vinieron a la superficie para enseñar a la raza humana y salvarla de las guerras, las catástrofes y la destrucción. La llegada de los platillos voladores poco después de la primera explosión atómica en Hiroshima representa otra visita semejante, pero esta vez no aparecieron entre los hombres los dioses mismos, sino emisarios.

En la épica hindú, el Ramayana, describe a Rama como un emisario de Agharta, que vino en un vehículo aéreo que probablemente era un platillo volador. Una tradición china habla de maestros divinos que vinieron en vehículos aéreos. El fundador de la dinastía Inca, Manco Capac, vino de la misma manera.

Uno de los maestros más importantes de Agharta en América fue Quetzalcoatl, el gran profeta de los mayas y aztecas y de los indígenas de América en general, tanto del norte como del sur. Sabemos que era un extraño para ellos, proveniente de otra raza (de la Atlántida), porque era de tez y cabello claros, alto y con barba, y ellos eran oscuros, pequeños y lampiños. Los indígenas de Méjico, Yucatán y Guatemala lo reverenciaron como a un salvador mucho antes que al hombre blanco. Los aztecas lo llamaron "Dios de la abundancia" y "Estrella de la mañana". El nombre Quetzalcoatl significa "Serpiente emplumada", es decir, maestro de la sabiduría (simbolizado por la serpiente), que vuela. Se le dio este nombre porque llegó en un vehículo aéreo, que parece haber sido un platillo volador. Es probable que haya venido del Mundo Subterráneo, porque luego de permanecer un tiempo con los indígenas, desapareció en forma misteriosa de igual manera como vino.

Se describe a Quetzalcoatl como "un hombre de buena apariencia y expresión seria, con una barba blanca y vestido con un ropaje largo". También se lo llamó Huemac, por su gran bondad y moderación. Enseñó a los indígenas el camino de la virtud y trató de salvarlos del vicio al darles leyes y aconsejarles resistir a la lujuria y practicar la castidad. Les enseño el pacifismo y condenó todas las formas de violencia. Instituyó una dieta vegetariana, con maíz como el alimento básico, y les enseñó a hacer ayuno y a practicar higiene corporal. Según el arqueólogo de América del Sur, Harold Wilkins, Quetzalcoatl también fue el maestro espiritual de los habitantes de Brasil. Luego de permanecer un tiempo con los indígenas y de comprobar lo poco que deseaban seguir sus enseñanzas, excepto por sus recomendaciones de plantar y alimentarse de maíz como alimento básico en lugar de la carne, Quetzalcoati partió y les dijo que algún día regresaría. Sabemos que este "visitante del Cielo" vino como se fue —en un platillo volador— porque cuando Cortés invadió Méjico, el emperador Moctezuma creyó que se trataba del anunciado retorno de Quetzalcoati. Lo creyó porque una bola de fuego giraba sobre la ciudad de Méjico, y todas las personas gritaban y aullaban y prendieron fuego al templo del dios de la Guerra: creían que esta bola de fuego era un platillo volador en el cual viajaba Quetzalcoati.

Osiris fue otro dios subterráneo. Según Donnelly, en su libro Atlantis: the Antedüiwian World, los dioses de los antiguos eran los gobernadores de la Atlántida y miembros de una raza sobrehumana que gobernaba la humana. Antes de la destrucción de su continente, que habían previsto, viajaron en platillo volador a través de la abertura polar al Mundo Subterráneo en el interior hueco de la tierra, donde aún viven.

"El imperio de Agharta", escribió Ossendowski en su libro Beasts, Men and Gods, "se extiende por túneles subterráneos a todas partes del mundo". En ese libro habla de la vasta red de túneles construida por una raza prehistórica de la más remota antigüedad, que pasa debajo de océanos y continentes, por los que viajaban vehículos veloces. El imperio del que habla Ossendowski, y del que aprendió de los lamas del Lejano Oriente durante sus viajes en Mongolia, consiste en ciudades subterráneas bajo la corteza terrestre. Debemos diferenciar éstas de las que están situadas en el centro hueco de la tierra. Por lo tanto, existen dos mundos subterráneos, uno más superficial y otro en el centro de la tierra.

Huguenin, cuyo libro sobre platillos voladores y el mundo subterráneo mencionamos antes, cree que existen muchas ciudades subterráneas en diferentes profundidades, entre la corteza terrestre y el interior hueco. Con respecto a los habitantes de estas ciudades, escribe lo siguiente:

"Esta otra humanidad tiene un alto grado de civilización, organización económica y social y progreso cultural y científico. En comparación, la de la superficie terrestre es una raza de bárbaros." En el libro, Huguenin muestra un diagrama del interior de la tierra, en el que se observan varias ciudades subterráneas en diferentes niveles de profundidad, conectadas entre sí por túneles. Las describe dentro de inmensas cavidades en la tierra. Dice que la ciudad de Shamballah, la capital del imperio subterráneo, está en el centro de la tierra, en el interior hueco, en vez de encontrarse en la corteza sólida. Escribe lo siguiente: "Todas las cavernas subterráneas de América están habitadas por gente antigua que desapareció del mundo. Estos pueblos y las regiones subterráneas donde viven están bajo la misma autoridad suprema del Rey del Mundo. Tanto el océano Atlántico como el Pacífico, una vez fueron el hogar de los vastos continentes que luego se sumergieron; y sus habitantes hallaron refugio en el Mundo Subterráneo. Las profundas cavernas están iluminadas por una luz resplandeciente que permite el crecimiento de cereales y otros vegetales y les brinda una larga vida, libre de enfermedades. En este mundo, existe una gran población y muchas tribus".

En su libro The Corning Race, Bulwer Lytton describe una civilización mucho más avanzada que la nuestra, que existe dentro de una gran cavidad en la tierra, conectada con la superficie por un túnel. Esta cavidad inmensa era iluminada con una extraña luz que no requería de lámparas para producirla, sino que parecía resultar de la electrificación de la atmósfera. Esta luz mantenía la vida vegetal y permitía a los habitantes subterráneos cultivar sus propios alimentos. Los habitantes de Utopía que Lytton describe eran vegetarianos. Tenían aparatos que les permitían volar en vez de caminar. Estaban libres de enfermedad y tenían una organización social perfecta, en la que cada uno recibía lo que necesitaba, sin la explotación de unos por otros.

Se afirma que la corteza terrestre está llena de redes de túneles que pasan debajo del océano de un continente a otro y a las ciudades subterráneas en grandes cavidades en la tierra. Estos túneles abundan en América del Sur, en especial debajo de Brasil, que fue uno de los principales centros de la colonización de los habitantes de la Atlántida, y podemos presumir fueron quienes los construyeron. El más conocido de estos túneles es el "camino de los Incas", que se extiende por varios cientos de kilómetros al sur de Lima, Perú, y pasa debajo de Cuzco, Tiahuanaco y Tres Picos, en camino al Desierto de Atacambo. Otra rama se dirige a Arica, Chile, que fue visitada por Madame Blavatsky.

Se dice que los Incas utilizaron estos túneles para escapar de los conquistadores españoles de la Inquisición. Ejércitos enteros entraron en ellos, con llamas cargadas con oro y tesoros, cuando los primeros conquistadores llegaron. Esa entrada también explica su misteriosa desaparición en ese momento, que dejó atrás solamente la raza de los quechuas. Se cree que cuando Atahualpa, el último de los reyes Inca, fue asesinado por Pizarro, el oro que era transportado en una hilera de 11.000 llamas cargadas halló refugio en estos túneles. Pensamos que tenían una forma artificial de luz y que estaban construidos por la raza que construyó Tiahuanaco mucho antes de que el primer Inca apareciera en Perú. Dado que nunca se volvió a ver a los Incas que entraron en estos túneles para escapar de los españoles, es probable que aún vivan en ciudades subterráneas iluminadas, a las que llevan los túneles.

Estos túneles misteriosos, un enigma para los arqueólogos, existen en gran número debajo del Brasil, donde se abren a la superficie en diferentes lugares. El más famoso está en las montañas Roncador, al nordeste del Matto Grosso. Allí se dirigía el Coronel Fawcett cuando fue visto por última vez. Se afirma que la ciudad de la Atlántida que buscaba no eran las ruinas de una ciudad muerta en la superficie, sino una ciudad subterránea con habitantes vivos; y se dice que él y su hijo, Jack, aún viven allí. Esto es lo que cree el profesor de Souza, el Comandante Strauss y O. C. Huguenin.

La abertura del túnel Roncador está vigilada por los feroces indígenas chavantes que matan a cualquiera que se atreva a entrar sin ser invitado, que pueda molestar a los habitantes subterráneos, a quienes ellos respetan y reverencian. Los indios murcego también guardan el secreto de las aberturas de los túneles secretos que llevan a las ciudades subterráneas en la región de las montañas Roncador del Matto Grosso. Citaremos una carta escrita al autor por un ciudadano estadounidense que vivió muchos años en la zona y estu­dió la materia, llamado Carl Huni: 

"La entrada a las cavernas está vigilada por los indígenas murcego, una raza de tez morena, tamaño pequeño y extraordinaria fuerza física. Su sentido del olfato está más desarrollado que el de los mejores sabuesos. Aunque aprueben a una persona y le permitan entrar en las cavernas, me temo que esa persona estaría perdida para el mundo conocido, porque guardan el secreto con mucho cuidado y tal vez no le permitan salir. (Tal vez esto le haya ocurrido al coronel Fawcett y a su hijo Jack, quienes se cree entraron en un túnel, que lleva a una ciudad subterránea en las montañas Roncador, y nunca retornaron.)


"Los indígenas murcego viven en cavernas y salen a la noche a las junglas que los rodean, pero no tienen contacto con los habitantes subterráneos. Estos habitan una ciudad subterránea donde forman una comunidad de población considerable que se autoabastece. Se cree que los habitantes de la Atlántida construyeron las ciudades subterráneas. Una cosa es segura: no les llegarán residuos radioactivos. Nadie sabe si aquellos que viven en las antiguas ciudades subterráneas de la Atlántida son los mismos habitantes u otros que se establecieron allí luego de
que los constructores originales se fueron. El nombre de las montañas donde existen estas ciudades es Roncador, en el nordeste del Matto Grosso. Si alguien va en busca de una de esas ciudades, debe responsabilizarse de su propia vida, pues tal vez nunca regrese, como le ocurrió al Coronel Fawcett.


"Cuando estuve en Brasil, oí hablar mucho sobre estas cavernas y ciudades subterráneas. Sin embargo, están muy lejos de Cuiaba. Están cerca del Río Araguaya, que desemboca en el Amazonas. Están al nordeste de Cuiaba, al pie de una cadena montañosa increíblemente larga llamada Roncador. Desistí de investigar más porque oí que los indígenas murcego vigilan, con gran celo, la entrada a los túneles, de personas que no estén suficientemente evolucionadas, pues no quieren problemas. Básicamente, no quieren a nadie que todavía esté engarzado en la comercialización y ambicione el dinero.

"Sé que una gran parte de los inmigrantes que ayudaron en la sublevación del General Isidro López en 1928, desapareció en estas montañas y nunca se vio de nuevo. Fue durante el mando del doctor Benavides, quien bombardeó Sao Paulo durante cuatro semanas. Luego declararon una tregua de tres días y permitieron que las 4000 tropas, que eran principalmente alemanes y húngaros, salieran de la ciudad. Alrededor de 3000 fueron a Acre, en el noroeste de Brasil, y aproximadamente 1000 desaparecieron en las cavernas. Oí la historia muchas veces. Si recuer­do bien, el lugar donde desaparecieron fue en el sur de la Isla Bananal (cerca de las Montañas Roncador).

"También hay cavernas en Asia, que mencionan los viajeros del Tibet, pero hasta donde yo sé, las más grandes están en Brasil y existen en tres niveles diferentes. Estoy seguro de que obtendría permiso si quisiera unirme a ellos, y que me aceptarían como uno de ellos. Sé que no emplean dinero y que su sociedad está organizada sobre una base estrictamente democrática. La gente no envejece y vive en armonía perpetua."

Esta Utopía subterránea, que menciona el señor Huni (quien vive actualmente en Nueva York) se asemeja mucho a la descripta por Bulwer Lytton en su libro, The Coming Race. Lytton era un rosacruz y es probable que basara su novela en información oculta relacionada con ciudades subterráneas existentes.

Se hallaron ruinas de muchas ciudades de la primitiva Atlántida en el norte del Matto Grosso y el territorio de Amazonía, lo cual indica que los habitantes de la Atlántida colonizaron esta tierra alguna vez. Hace algunos años, un inglés, maestro de escuela, que oyó rumores de una ciudad perdida de la Atlántida, en un elevado altiplano de la región, fue a buscarla. Lo hizo, pero las dificultades del viaje le costaron la vida. Antes de morir envió una paloma mensajera con una nota que describía la ciudad magnífica que descubrió, en cuyas calles se alineaban altas estatuas doradas.

Si los habitantes de la Atlántida colonizaron Brasil alguna vez y construyeron ciudades en el Matto Grosso o en su superficie, ¿por qué construyeron ciudades subterráneas allí? No pudo ser para escapar del diluvio que sumergió la Atlántida y las áreas alrededor, porque el Matto Grosso está en un altiplano, donde no podía llegar el agua. El arqueólogo de América del Sur, Harold Wilkins, ofrece otra teoría: que las ciudades subterráneas fueron construidas para escapar de los residuos radioactivos que resultaron de una guerra nuclear que pelearon los habitantes de la Atlántida. Esta parece una explicación muy razonable, pues no hay otra razón para llevar a cabo una labor tan difícil, como la de la excavación de la tierra y la construcción de ciudades subterráneas, cuando ya tenían ciudades magníficas en la superficie de la tierra.

En el momento que estemos en peligro de una guerra nuclear, nosotros también deberemos hallar refugio dentro de la tierra y vivir allí, en ciudades iluminadas, y producir alimentos bajo esta luz. Por supuesto que resultaría más fácil unirnos a las ciudades subterráneas existentes, construidas por los pobladores de la Atlántida hace miles de años —que nos superan en conocimientos de ingeniería— que construir las propias. Si pudiéramos establecer contacto amistoso con los habitantes subterráneos, cuando llegara la guerra —o inclusive antes— cuando los residuos radioactivos aumentaran y representaran un peligro para nuestra supervivencia, sería ventajoso tener contacto con estas ciudades subterráneas. Si nos admitieran, podríamos establecer residencia en ellas.

No existe la ancianidad en Agartha, tampoco la muerte. Es una sociedad en que todos lucen jóvenes aunque tengan varios siglos o miles de años. Esto parece increíble para los habitantes de la superficie, expuestos a los efectos dañinos de la radiación solar y la autointoxicación por los alimentos de una mala dieta. Los síntomas de la vejez no son los resultados del paso del tiempo o de un proceso de envejecimiento, sino que se deben a condiciones y hábitos biológicos dañinos. La senilidad es una enfermedad, y dado que los habitantes de Agharta están libres de enfermedades, nunca envejecen.

Los dos sexos viven separados, y el matrimonio no existe. Cada uno es independiente y libre. Ninguno de los dos depende del sostén económico del otro. La reproducción se realiza por partenogénesis y los bebés nacidos de la virginidad son todos del sexo femenino. En esta civilización matriarcal, la mujer es considerada el sexo normal, perfecto y superior. La crianza de los niños está a cargo de maestros especiales, no de familias particulares. La comunidad los mantiene, así como a las madres.

La cultura científica superior de la gente subterránea, cuyos platillos voladores son un ejemplo, es el resultado del desarrollo cerebral superior, de cerebros más poderosos. 

Esto se debe a que las energías vitales fluyen hasta el cerebro, en vez de disiparse por los canales sexuales, como ocurre entre las razas supuestamente "civilizadas" de la superficie. En realidad, la práctica sexual no forma parte de sus vidas. A raíz de la dieta vegetariana —de frutas básicamente— las glándulas endocrinas tienen un estado de equilibrio perfecto y funcionamiento armonioso, como ocurre en los niños, y no se ven estimuladas a la actividad anormal por las toxinas metabólicas, como las producidas por la carne, las aves, el pescado y los huevos y afrodisíacos, como la sal, la pimienta, el café, el tabaco y el alcohol. Al tener la sangre pura y libre de toxinas, los habitantes subterráneos pueden vivir en continencia absoluta, conservar todas las energías vitales y convertirlas en poder cerebral superior. 

Sus logros científicos superiores resultan de que su cerebro es superior al nuestro en cuanto a desarrollo intelectual. Conforman la raza que creó los platillos voladores. En cuanto a Agharta, el profesor Henrique J. de Souza, Presidente de la Sociedad Teosófica de Brasil y una autoridad en el tema del Mundo Subterráneo, publicó un artículo en la revista de la Sociedad bajo el título "Does Shangrila Exist?". Citamos las siguientes palabras: "Entre todas las razas humanas, desde el principio del tiempo, siempre existió una tradición con respecto a la existencia de una Tierra Sagrada o Paraíso Terrenal, donde los ideales más elevados de la humanidad se realizaban. Este concepto podemos hallarlo en las escrituras y tradiciones más antiguas de los pueblos de Europa, Asia Menor, China, India, Egipto y las Américas. Se dice que sólo las personas merecedoras, puras e inocentes pueden tener acceso a esta Tierra Sagrada. 

Por eso, constituye un tema central de los sueños de la niñez. El camino que lleva a esta Tierra Bendita, este Mundo Invisible, este Dominio Esotérico y Oculto, constituye la búsqueda central y la clave maestra de todas las enseñanzas de misterio y los sistemas de iniciación del pasado, presente y futuro. Esta clave mágica es el 'Ábrete Sésamo' que abre la puerta a un nuevo y maravilloso mundo. Los antiguos rosacruces lo designaron por una palabra francesa, 'Vitriol', que es una combinación de las primeras palabras de la frase: 'vista interiora terrae rectificando invenes omnia lapidem'. Indica que 'en el interior de la Tierra, hay un verdadero misterio oculto'. El camino a este Mundo Escondido es el Camino de la Iniciación. En la antigua Grecia, en los Misterios de Delfos y Eleusis, se hacía referencia a esta Tierra Paradisíaca como el Monte Olimpo y los Campos Elíseos. Además, en los primeros tiempos védicos, se lo llamaba por diferentes nombres, como Ratnasanu ('pico de la piedra preciosa'), Harmadri ('montaña de oro') y Monte Meru ('hogar de los dioses y olimpo de los hindúes'). Simbólicamente, el pico de esta montaña sagrada está en el cielo, su parte media está en la tierra y la base, en el Mundo Subterráneo.

"Las Eddas escandinavas también mencionan esta ciudad celestial, que estaba en la tierra de Asar de los pueblos de la Mesopotamia. Era la Tierra de Amenti del Libro Sagrado de los Muertos de los antiguos egipcios. Era la ciudad de los Siete Pétalos de Vishnu y la Ciudad de los Siete Reinos de Edom o Edén de la tradición judía. Es decir, era el Paraíso Terrenal. En toda Asia Menor, no sólo en el pasado, sino en la actualidad también, existe la creencia en la existencia de una Ciudad de Misterio, llena de maravillas, conocida como Shamballah, donde está el Templo de los Dioses. También es la Erdami de los tibetanos y mongoles. Los persas la llamaron Alberdi o Aryana, tierra de sus ancestros. Los hebreos, Canaan; y los mejicanos, Tula o Tolan; los aztecas la llamaron Maya-Pan. Los conquistadores españoles que llegaron a América creían en la existencia de una ciudad semejante y organizaron muchas expediciones para hallarla. La llamaron El Dorado. Es probable que se hubieran enterado de ella por medio de los aborígenes que la llamaban Manoa o Ciudad Cuyo Rey Viste Ropa de Oro.

"Para los celtas, esta tierra sagrada era conocida como la 'Tierra de los Misterios': Duat o Dananda. Una tradición china habla de una Tierra de Chivin o Ciudad de una Docena de Serpientes. Es el Mundo Subterráneo, que está en las raíces del Cielo. Es la Tierra de los Calcas, Calcis o Kalki, la famosa Colchida que buscaban los argonautas cuando salieron en busca del Vellocino de Oro. En la Edad Media, se referían a ella como la Isla de Avalon, donde los Caballeros de la Mesa Redonda, con el liderazgo del Rey Arturo y la guía del mago Merlín, salieron en busca del Cáliz Sagrado, símbolo de obediencia, justicia e inmortalidad. Cuando el Rey Arturo fue seriamente herido en batalla, pidió a su compañero Belvedere que partiera en barco a los confines de la tierra, con las siguientes palabras: "'Adiós, Belvedere, amigo y compañero mío. Ve a la tierra donde nunca llueve, donde no hay enfermedad, y donde nadie muere.' Esta es la Tierra de la Inmortalidad, o Agharta, el Mundo Subterráneo. Esta tierra es la Walhalla de los alemanes, el Monte Salvat de los Caballeros del Cáliz Sagrado, la Utopía de Thomas More, la Ciudad del Sol de Campanella, la Shangri-la del Tíbet y la Agharta del mundo budista."

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