Después de todo puede no haber sido un lugar, sino una persona.
Todo empezó cuando los españoles invadieron el imperio de los incas, en el Perú, en 1532 y descubrieron una fastuosa acumulación de oro que incluía muchas y bellísimas obras de arte.
En Cuzco, las paredes del templo del emperador estaban enchapadas en oro, e incluso las cañerías que conducían el agua estaban hechas del precioso metal. Los mitos y las leyendas que rodeaban El Dorado eran muchas y variadas: algunos afirmaban que se trataba de una ciudad perdida; otros, que era un templo repleto de tesoros, escondido en lo profundo de la selva; hubo incluso quienes afirmaban que El Dorado era una montaña de oro macizo. Una de las teorías que actualmente gozan de mayor aceptación, sin embargo, sostiene que El Dorado era una persona: probablemente el jefe del pueblo chibcha (o muisca).
El Dorado recibió ese nombre debido a la ceremonia chibcha que señalaba u ascenso al trono. El rito comenzaba cuando el pueblo se reunía a orillas del lago de Guatavita, de forma circular y rodeado de altas montañas; las celebraciones duraban varios días; en el momento culminante, el jefe que ascendía al oro, rodeado por sus sacerdotes, embarcaba en una balsa de juncos, que era conducida hasta el centro del lago. Una vez la balsa estaba en el centro del lago, el nuevo jefe chibcha era desnudado y todo su cuerno se revestía con polvo de oro.
El lago habría sido identificado como el lago Guatavita, un cráter profundo lleno de agua y rodeado de densa selva. En 1580, un comerciante de la recientemente fundada ciudad de Bogotá, habría intentado drenar el lago construyendo un canal con la mano de obra esclava de cientos de indígenas. El intento fracasó al derrumbarse el canal y costar la vida de cientos de trabajadores.
El ejemplo del jefe era seguido luego por el pueblo reunido en las orillas; cada uno aportaba su tributo, arrojando objetos de oro al agua. Así fue como el fondo del lago Guatavita llegó a contener una de las más ricas colecciones de objetos de oro del Nuevo Mundo. Curiosamente, el pueblo chibcha, el pueblo de El Dorado, no poseía yacimientos de oro propios.
Cuando la expedición regresó a Venezuela con 300 de sus integrantes habían perecido; por una ironía del destino, los expedicionarios habían estado a sólo 100 kilómetros del lago de oro. Al año siguiente, el formidable conquistador español Sebastián de Benalcázar partió también en busca del lago; unos meses después, un aventurero alemán, Nicholaus Federmann, se embarcó en la misma misión.
Condujo a sus hombres hasta una región rica en sal y ocupé una serie de poblaciones chibcha. Un indio le dijo a Jiménez de Quesada que «el lugar del oro” en, el pueblo de Hunsa. El conquistador se apoderó del pueblo y descubrió que en las casas chibcha, construidas de madera y mimbres, había numerosas placas de oro. También descubrió grandes montones de esmeraldas y sacos que contenían oro en polvo.
Al saquear la casa del jefe de la población, hallaron que estaba revestida con láminas de oro macizo y que contenía un fabuloso trono, hecho de oro y esmeraldas. Jiménez de Quesada continué su búsqueda de El Dorado y finalmente se reunió con Benalcázar y Federmann en la región central de Colombia; allí fundaron la ciudad de Santa Fe de Bogotá. La suerte jugó a los cazadores de fortuna una irónica mala pasada: llegaron al lago de oro, pero no encontraron El Dorado.
Balsa representa la leyenda de El dorado |
Simplemente porque El Dorado ya no existía, la dinastía de los jefes chibcha que celebraban la ceremonia del oro en la balsa habla sido derrocada tras una dura lucha por el poder unos años antes.
En 1545, el hermano de Jiménez de Quesada, Hernán, realizó un enérgico intento para apoderarse de los tesoros que contenía el lago Guatavita. Esta operación se llevó a cabo durante tres meses y el nivel del lago descendió 2,70 metros; varios cientos de objetos de oro quedaron al descubierto con el descenso de las aguas, cerca del borde del lago, antes de que el intento fuera abandonado.
Un comerciante español reclutó un ejército de 8.000 indígenas y los lanzó a construir un profundo canal, para drenar el Guatavita. El intento tuvo más éxito que el de Hernán Jiménez de Quesada: el nivel de las aguas descendió 18 metros.
El comerciante pudo apoderarse de numerosos objetos de oro y de valiosas esmeraldas; pero los corrimientos de tierra obstruyeron finalmente el canal de drenaje y también este proyecto tuvo que ser abandonado. Sin embargo, las fabulosas riquezas de El Dorado continúan atrayendo a los aventureros. Por lo tanto, el espíritu de El Dorado sigue vivo, como vivo permanece el misterio de su fabuloso tesoro.
Fuente Consultada: Grandes Enigmas de Nigel Blundell-Wikipedia-Diccionario Insólito-Grandes Aventuras del Hombre La Búsqueda del Dorado
El Dorado
El Dorado es un lugar mítico que se suponía que tenía grandes reservas de oro y que fue buscado por los exploradores españoles e ingleses con gran empeño, atraídos por la idea de un lugar con calles pavimentadas de oro, en donde el preciado metal era algo tan común que se despreciaba. Muchos de ellos murieron en el intento por descubrir la ciudad, ya que las largas expediciones transcurrían por la selva y a la dureza del terreno había que unir la falta de provisiones. Se suponía que estaba ubicado en alguna parte del centro de Colombia y también en las zonas de la amazonia, como Brasil, Ecuador, Perú, Venezuela, e.t.c, pero en especial en zonas de la Nueva Granada.
Origen de la leyenda
El mito empezó en el año 1530 en los Andes de lo que hoy es Colombia, donde el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada encontró por primera vez a los Muiscas, una sociedad ubicada en lo que actualmente se conoce como el Altiplano Cundiboyacense. La historia de los rituales muiscas fue llevada a Quito por los hombres de Sebastián de Belalcázar; mezclada con otros rumores, se formó allí la leyenda de El Dorado, «El Hombre Dorado», «El Indio Dorado», «El Rey Dorado». Imaginado como un lugar, El Dorado llegó a ser un reino, un imperio, la ciudad de este lugar legendario.
En busca de este reino legendario de oro fue primero enviado Don Ángel Guerra por la corona de la Reina Isabel la Católica, sin suerte después de una profunda búsqueda por el Amabaya, sus pasos fueron seguidos entonces por Don Francisco de Orellana y Don Gonzalo Pizarro quienes partieron de Quito en 1541 hacia el Amazonas en una de las más fatídicas y famosas expediciones para encontrar El Dorado.
Ceremonia del indio dorado
Famosa Balsa Muisca evidencia de las ceremonias sagradas que dieron origen a la leyenda de El Dorado. La narración original se encuentra en la crónica, El Carnero, de Juan Rodríguez Freyle. Según Freyle, el cacique sacerdote de los muiscas era ritualmente cubierto en polvo de oro en el festival religioso de Guatavita, cerca del sitio donde hoy está Bogotá.
En 1636 Juan Rodríguez Freyle escribió una versión, dirigida a su amigo Don Juan, el cacique o gobernante de Guatavita:
«...En aquella laguna de Guatavita se hacía una gran balsa de juncos, y aderezábanla lo más vistoso que podían… A este tiempo estaba toda la laguna coronada de indios y encendida por toda la circunferencia, los indios e indias todos coronados de oro, plumas y chagualas… Desnudaban al heredero (...) y lo untaban con una liga pegajosa, y rociaban todo con oro en polvo, de manera que iba todo cubierto de ese metal. Metíanlo en la balsa, en la cual iba parado, y a los pies le ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciese a su dios. Entraban con él en la barca cuatro caciques, los más principales, aderezados de plumería, coronas, brazaletes, chagualas y orejeras de oro, y también desnudos… Hacía el indio dorado su ofrecimiento echando todo el oro y esmeraldas que llevaba a los pies en medio de la laguna, seguíanse luego los demás caciques que le acompañaban. Concluida la ceremonia batían las banderas... Y partiendo la balsa a la tierra comenzaban la grita... Con corros de bailes y danzas a su modo. Con la cual ceremonia quedaba reconocido el nuevo electo por señor y príncipe».
Existen también otras lagunas en el departamento de Cundinamarca en las que se practicaba este ritual y en las cuales se encontraron piezas de oro, exhibidas hoy en día en el Museo del Oro de Bogotá. Una de ellas, la Balsa Muisca de Pasca, representa el rito de El Dorado en una hermosa figurilla de oro encontrada en la campiña cercana al pueblo de Pasca, Cundinamarca.
Las poblaciones muiscas y sus tesoros cayeron rápidamente en manos de los conquistadores. Al hacer inventario de las nuevas tierras obtenidas, los españoles pronto se dieron cuenta de que —a pesar de las cantidades de oro en manos de los indios— no había ciudades doradas, ni siquiera minas ricas, puesto que los muiscas obtenían el oro a través del comercio con naciones vecinas. Pero al mismo tiempo los españoles empezaron a escuchar historias de El dorado de los indios capturados, y de los ritos que tenían lugar en la laguna de Guatavita.
La laguna de Guatavita tiene hoy una gran zanja en uno de sus costados, evidencia de los intentos que se hicieron en 1580 de drenar la laguna.
Expediciones
La expedición más famosa en busca de El Dorado fue aquélla de Francisco de Orellana en 1541, aunque hubo otros intentos antes de ésta. Al principio, los exploradores buscaron El Dorado en los Andes, cerca de Colombia. Sebastián de Belalcázar, un conquistador español que había viajado con Cristóbal Colón y Francisco Pizarro, buscaron El Dorado en el sur-occidente de Colombia en 1535. Nicolás de Federmann, explorador y cronista alemán que participó en la conquista española de Venezuela y Colombia, también dirigió una expedición para buscar El Dorado en 1535. El conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada partió en busca de El Dorado en 1536. Después de haber derrotado a los Muiscas y haber establecido a Bogotá como la capital del Nuevo Reino de Granada, Quesada se dio cuenta de que Federmann y Belalcázar también habían reclamado la misma tierra; en un pacífico encuentro llevado a cabo en Bosa, les convenció de regresar a España en 1539 y resolver el asunto.
Mientras los tres entablaban batallas legales por Nueva Granada, otros hombres continuaron la búsqueda. En 1541 Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana salen en pos de El Dorado y terminan en un desastroso viaje por el Amazonas. Después de dividirse en dos grupos, Pizarro y sus hombres regresaron a Quito, mientras que Orellana continuó el viaje, descubriendo y dando nombre al río Amazonas.
En 1541 el explorador español, nacido en Alemania, Felipe de Utre, emprendió una infructuosa búsqueda de El Dorado a lo largo del Amazonas en el territorio de Omagua. Encontró un territorio densamente poblado, pero ningún reino dorado.
Walter Raleigh fue el primer explorador inglés en emprender la búsqueda. Raleigh partió para la Guayana, a la que denominó en 1595 como "Guiana". Navegó a lo largo del río Orinoco (hoy Venezuela) hacia el interior de la Guayana, encontró algunos objetos de oro, pero nada de las dimensiones de la leyenda, después de lo cual publicó un libro sobre su viaje titulado El descubrimiento de la Guiana, donde promovía la exploración del Reino Dorado.
En 1987 se publicó en un diario local Folha de Boa Vista del estado de Roraima (Brasil) lo que podría significar, si se verifica, un descubrimiento excepcional hecho por Roland Stevenson, Chileno radicado en la ciudad de Manaus. Dio cuenta de un camino inca desde el Ecuador hasta las sierras de las Guyanas con tambos de piedra en su recorrido. Además encontró vestigios de indumentaria inca e inclusive grabados en piedra con motivos andinos. Especuló además con que el nombre «Guyana» podría provenir del Inca Huayna Cápac , ya que se su pronunciación es semejante, y aseguró que algunas etnias hablaban una lengua emparentada con el idioma quechua,[1] así como que la fisonomía de algunos representantes de la etnia Yanomami era muy parecida a la de los pobladores andinos.
El Dorado y el falso mito de GuatavitaEn 1990 y luego de tres años de preparativos e investigaciones, el documentalista y periodista colombiano Roberto Tovar Gaitán ingresa con un equipo de buzos y cámaras de televisión, a la Laguna de Guatavita ubicada en Sesquilé Cundinamarca, comprobando que tiene una profundidad de 26 metros en el centro. Descubre además, en sus fondos, gran cantidad de arbustos muertos y pastos casi petrificados por el frío, los cuales evidencian que entre 1900 y 1906 la laguna fue secada totalmente. Además Tovar localiza un túnel por el cual se desaguó la laguna.
En su viaje titulado Las lagunas del Dorado, evidencia y demuestra que aun cuando la laguna de Guatavita fue un centro ceremonial importante para la iniciación de los jóvenes que serían coronados Zipas o reyes de Bacatá, esa laguna «no fue la verdadera cuna de El Dorado». Según los hallazgos, la verdadera sería la lagunita de Siecha (palabra muisca que significa La casa del varón), localizada cerca de la pirámide del Sol Muisca, a 35 kilómetros de Guatavita.
Toda la historia se relata en una serie de vídeos documentales, titulada Colombia oculta, propiedad del Sr. Tovar y que se pueden ver en la videoteca del Museo del Oro de Bogotá.
Fuente: Wikipedia
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